Aragón, o las mil caras de la montaña
En la zona del Pirineo aragonés aguardan en invierno paisajes blancos de una exuberante belleza que invitan a vivir experiencias que van mucho más allá del esquí.
Por: Luis Meyer
Quienes viven en el Valle de Benasque suelen denominar coloquialmente a las montañas que les rodean «gigantes de 3.000 metros». Esa es la sensación que tiene uno cuando contempla su entorno desde el pueblo que da nombre a esta zona del norte de Huesca, allí donde Aragón se eleva hasta casi tocar el cielo a lomos del Aneto, el monte más colosal de esta zona de los Pirineos.
Aunque Benasque es un pequeño pueblo de poco más de 2.000 habitantes, es uno de los puntos neurálgicos (también a nivel internacional) de quienes practican deportes de nieve. En su estación de esquí, Cerler, los Picos Madaleta, Perdiguero, Aranüells, Posets o el mencionado Aneto albergan unas instalaciones que no solo proporcionan espectaculares pistas para deslizarse sobre unos esquís, sino también escenarios de naturaleza salvajemente blanca con los que deleitarse la vista. No es casual que atraiga a los esquiadores más aguerridos: además de ser la estación más elevada de todo Aragón, tiene el mayor desnivel esquiable del Pirineo. Y quien quiera desmarcarse y practicar freeride (esquí fuera de las pistas) «dejará atrás las laderas de pino negro, llegará a las cimas de los picos Gallinero, Cogulla o el collado de Basibé para, desde allí, lanzarse hacia emblemáticos descensos», describen desde la Asociación Turística Empresarial Valle de Benasque.
El Parque Natural Posets-Maladeta cuenta con una riqueza paisajística desbordante a base de glaciares y bosques de pino negro
Hay muchas más zonas en la provincia de Huesca para disfrutar sobre unas tablas, desde no iniciados hasta consumados deportistas: las estaciones de Astún, Candanchú, Formigal o Panticosa abarcan todos los tipos de descensos que a uno se le puedan pasar por la cabeza. Pero esta zona blanca del norte de Aragón reserva muchas otras experiencias que tienen que ver con la nieve y no pasan necesariamente por el esquí.
Recientemente se ha reactivado la promoción de los Espacios Nórdicos de Aragón por la asociación que lleva ese mismo nombre, y que los describe con pocas palabras y apelando a los sentidos: «Sin remontes, sin ruido. Sólo belleza y respirar aire puro». Uno de estos espacios está a tan solo 13 kilómetros de Benasque: Llanos del Hospital es el nombre de este paraje del centro del Parque Natural Posets-Maladeta a los pies del Macizo de las Maladetas, con una riqueza paisajística desbordante a base de glaciares y bosques de pino negro. Precisamente por su ubicación estabulada entre el macizo y la cara norte del Aneto, goza de un microclima que en este caso no es cálido (como casi siempre que se usa esa palabra) sino todo lo contrario: aquí la nieve gruesa está garantizada en lo meses que dura el invierno y en ocasiones, más allá de ellos.
Experiencias inesperadas
Pero estos Espacios Nórdicos no se limitan a esta zona de Aragón, sino que se extienden entre los Pirineos y Teruel. La mayoría se concentra en la provincia de Huesca: además de Llanos del Hospital, el Balneario de Panticosa (Valle de Tena), Linza (Valle de Ansó), Lizara (Valle de Aragüés del Puerto), Oza (Valle de Hecho), Pineta (Valle de Pineta), Candanchú (Valle del Aragón) y Fanlo (Valle de Vió). El último es La Muela de San Juan, en la turolense sierra de Albarracín.
Dicen desde la Asociación de Espacios Nórdicos que hasta hace poco se les relacionaba casi exclusivamente con el esquí (especialmente el esquí de fondo), pero que en la práctica no es así en absoluto. En todos ellos existe un circuito específico para excursiones con raquetas, en muchos casos con guías expertos proporcionados por las empresas de deporte alpino que operan en la zona. Una actividad para todos los públicos y en la que no es necesario tener grandes conocimientos técnicos, como recuerdan desde la asociación.
También pueden realizarse en algunos de estos espacios otras actividades más llamativas, como el mushing, comúnmente conocido como el trineo tirado por perros, a la manera de los exploradores árticos del siglo XIX, (hoy, en algunas partes de Noruega, sigue siendo un medio de transporte habitual). «Es una actividad de mucha velocidad y técnica por lo que siempre irás acompañado de un musher (experto conductor de trineos)», apuntan desde la asociación.
El back-country es otra experiencia posible en muchos de estos espacios, una modalidad de esquí de travesía fuera de las pistas y los circuitos habituales. Se requieren unas tablas especiales y una técnica llamada telemark, en la que el talón siempre queda libre de la tabla, de modo que el pie tiene más margen de movimiento. Existen otras actividades inesperadas como la construcción de iglús, perfectas para realizar con niños, o la escalada en hielo, reservada para alpinistas con experiencia (y valentía).
La zona pirenaica de Aragón es, en definitiva, un crisol de experiencias en la nieve. Y un deleite para la vista que demuestra que no tenemos que ir muy lejos para descubrir paisajes que se quedarán para siempre grabados en nuestra retina.